¡PESE A LAS TRANCAS! Ríos de gente y euforia por el cambio en Valencia junto a María Corina y Edmundo

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ENTRE TORMENTAS. Sin promociones en los medios, sin una hora muy clara, sin un solo afiche en la calle, la oposición venezolana, de la mano de la dupla María Corina Machado-Edmundo González Urrutia, decidió este sábado calibrar fuerzas en los centros urbanos grandes y convocó a la población a manifestarse en Valencia, la tercera ciudad del país, en este comienzo de campaña electoral.

El asedio policial y las decisiones administrativas para entorpecer la concentración en Valencia fueron, desde temprano, muy evidentes. Todos los accesos a la ciudad por vías expresas fueron bloqueados.

En el recorrido desde Caracas por la autopista regional del centro, el tráfico fue detenido de forma unilateral en tres ocasiones, por más de media hora cada vez, por efectivos de la Policía Nacional Bolivariana. Finalmente llegaron a su destino.

Los presentes coreaban la consigna “libertad”. Algunos se atrevían con el cántico “este Gobierno va a caer”, frecuente en las concentraciones opositoras de estos años. Había personas de todas las clases sociales, todas las edades y todos los fenotipos. Los vecinos de los edificios presentes salían de sus balcones a saludar. Trabajadores de tiendas, de panaderías, de bodegas, taxistas, motorizados, padres con hijos en los hombros, parejas de recién casados -que algún día se divorciarán-, personas en silla de ruedas, familias, señoras, ancianos, deportistas. Todos esperaban su turno para saludarla, para lanzarle un beso, para pedirle una foto, para tocarle la mano.

Abundaron los rosarios, las bendiciones, los pedidos en forma de ruego, las quejas por los problemas familiares, por la ruina personal, por el hambre, por la falta de trabajo, por la marcha de los hijos. Sobre las cuatro de la tarde, con el calor cediendo espacios y bajo amenaza de lluvia, la concentración se empezó a disolver. No había micrófono y María Corina no pudo dirigirse a la multitud. Dio igual. Se fueron contentos de haberla visto.
GS / El País