MCM: El Monopolio opositor o la sombra de un pacto tácito

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ENTRE TORMENTAS. Desde mi perspectiva como un venezolano más, observo con creciente preocupación el panorama político de mi país. La persistente crisis que nos azota ha generado un hartazgo comprensible, un anhelo profundo por un cambio que parece cada vez más esquivo.

En este contexto complejo, la figura de María Corina Machado emerge con una fuerza innegable, capitalizando ese deseo de transformación. Sin embargo, su estrategia, marcada por un llamado explícito a no participar del evento electoral del 25 de mayo, y una aparente intención de eclipsar liderazgos regionales, plantea una disyuntiva peligrosa para la unidad y la efectividad de la oposición. Peor aún, comienza a sembrar una duda inquietante: ¿podría esta estrategia, paradójicamente, estar allanando el camino para la permanencia del oficialismo?

Entiendo la frustración que impulsa a muchos a considerar la abstención como una forma de protesta ante un sistema electoral que genera profunda desconfianza. Las experiencias pasadas, marcadas por irregularidades y falta de garantías, alimentan la sensación de que participar en procesos viciados solo legitima un status quo inaceptable.

No obstante, la historia nos enseña que el vacío de poder rara vez es llenado por fuerzas benignas. La abstención, si bien puede ser una expresión legítima de rechazo, conlleva el riesgo de entregar espacios políticos cruciales al oficialismo, consolidando aún más su control y dificultando cualquier vía futura de cambio.

Los liderazgos regionales, con su conocimiento del terreno y su capacidad de movilización local, representan un tejido social importante para mantener viva la esperanza y articular alternativas concretas en cada rincón del país.

La tarea de fragmentar a esta oposición regional, de minimizar su importancia en el imaginario colectivo, para erigirse como la única figura capaz de liderar la transición, me genera serias dudas. Si bien es innegable la necesidad de un liderazgo fuerte y coherente a nivel nacional, la atomización de la oposición en torno a una única figura, por carismática que sea, puede resultar contraproducente. Debilita la pluralidad de voces, desincentiva la construcción de consensos y, en última instancia, reduce la capacidad de presentar una alternativa sólida y creíble al país.

Pero mi inquietud va más allá. La inhabilitación de María Corina le impidió, de facto, «cobrar» el triunfo de las primarias y, posteriormente el de una vicepresidencia que podría haber marcado un punto de inflexión.

Ante esta realidad inamovible, su insistencia en una ruta que parece marginar a otros líderes opositores con potencial de consolidar aspiraciones legítimas levanta una sospecha incómoda: ¿podría su estrategia, consciente o inconscientemente, estar despejando el camino para la continuidad del oficialismo?

Si otros líderes con arraigo y capacidad de movilización son sistemáticamente relegados, ¿quién capitalizará el descontento popular si la vía abstencionista promovida por Machado no logra los resultados esperados? La respuesta, lamentablemente, parece favorecer al oficialismo, que se beneficiaría de una oposición dividida y desmovilizada.

Aunque María Corina niegue cualquier intención de favorecer al gobierno, los hechos y las consecuencias de su estrategia actual generan un debate necesario. ¿No sería más estratégico construir una plataforma unitaria que incluya y fortalezca a los liderazgos regionales, presentando una alternativa sólida y con opciones reales de participación, incluso en un sistema electoral cuestionado? ¿No sería más beneficioso para la causa democrática sumar fuerzas en lugar de restar, construyendo un camino hacia el cambio que involucre a todos los sectores de la oposición?

Venezuela es un mosaico de realidades y sensibilidades diversas. Los liderazgos regionales han surgido precisamente de esa diversidad, representando las necesidades y aspiraciones particulares de sus comunidades. Despojarlos de su legitimidad y su capacidad de acción no solo ignora esa riqueza plural, sino que también debilita la base territorial de cualquier proyecto de cambio. Una oposición cohesionada y articulada, que valore y potencie sus liderazgos locales, es mucho más resiliente y capaz de enfrentar los desafíos que se avecinan.

La encrucijada es aún más compleja ahora: ¿cedemos ante la tentación de la abstención y el monopolio de una única figura, corriendo el riesgo de allanar el camino al oficialismo, o apostamos por la construcción de una unidad diversa y robusta, que valore la pluralidad de sus liderazgos y participe activamente en la lucha por la restitución de la democracia, incluso explorando vías de participación estratégica?

Como venezolano que anhela un futuro de libertad y prosperidad para mi país, creo firmemente en la segunda opción. Es hora de trascender las individualidades y construir un frente amplio y cohesionado, donde las voces regionales sean escuchadas y valoradas, y donde la participación activa, a pesar de las dificultades, siga siendo el camino para reclamar nuestro futuro.

¡El 25 de mayo los espero para que sigamos construyendo el futuro del pais que merecemos mediante el voto!

Por Sandy Ulacio
Periodista / Analista político